EL MÉDICO Y LA COMUNICACIÓN.

COMISIÓN DE BIOÉTICA DEL COLEGIO MÉDICO DEL URUGUAY.
Coordinadores Dres. Oscar Cluzet y Raúl Lombardi.

Saber comunicarse no es lo mismo que saber comunicar. Lo primero depende de una cualidad natural que tienen algunas personas, lo segundo es el resultado de un proceso educacional.

En la profesión médica, es preocupante la carencia de formación para la adquisición de herramientas comunicacionales. La práctica médica nos exige ser eficientes comunicadores, pero no somos formados como tales. Los responsables de la educación médica deben comprender que la comunicación es una disciplina y como tal se debe integrar a los planes de estudio, tanto en el pregrado como en el postgrado.

Paradójicamente, con el avance exponencial de la tecnología, se agrava aún más esta brecha si no se capacitan adecuadamente a quienes las utilizan, limitando la eficiencia de las nuevas herramientas comunicacionales.

El proceso clínico transita básicamente por 3 etapas:
1) Etapa de elaboración de un diagnóstico, su pronóstico y tratamiento
2) Etapa de transferencia de esta información al paciente
3) Etapa de toma de decisiones por parte del mismo, basada en la información recibida. En este proceso, hay 3 verbos que los médicos debemos ineludiblemente aprender a conjugar: escuchar, comunicar y acompañar, respectivamente en cada una de las etapas.

El rol del médico como comunicador, no se limita al paciente y su familia, sino que se extiende además, hacia el interior del equipo de salud y hacia la sociedad, a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

La comunicación se hace a través de 3 vías principales: verbal, paraverbal (cualidad de la voz, tono, volumen, entonación, etc.) y no verbal (gestos, postura, expresión, contacto).

Estrechar la mano del paciente en la consulta o tomarla cuando está en cama, es una forma simple y efectiva de humanización de la relación con el paciente. La piel es el gran órgano de la afectividad, la que se establece del médico hacia al paciente y del paciente hacia el médico.

La información por sí sola, es decir, el conjunto de datos que el médico obtiene en la consulta, no es suficiente para lograr trasmitirle al paciente lo que tiene. El tono, el modo, la expresión, el lenguaje que se utiliza, son imprescindibles para lograr una comunicación efectiva y afectiva. Están lejos están de este paradigma los que pregonan una “consulta médica” por internet, apoyados en los avances de la tecnología, en la cual el paciente relata su dolencia y el médico virtual, desde la pantalla, hace su diagnóstico y propone un tratamiento. Resulta difícil imaginar, por ejemplo, a un paciente abriendo su boca ante la webcam para que médico vea si una presunta angina es simplemente roja o pultácea.

La percepción del efecto que nuestras palabras tienen en cuanto a la comprensión por parte del paciente de lo que decimos, es clave para evaluar los resultados de la misma. Tacto, empatía, afectividad, son componentes ineludibles, además de la palabra, para lograr un verdadero ir y venir en este vínculo tan particular y de por sí asimétrico, entre quien tiene una necesidad vital y quien puede atender esta necesidad. La actitud que adopta el médico, puede alejarlo o acercarlo de ese otro igual, y en consecuencia llevar incluso al fracaso el vínculo con su paciente.

El uso apropiado del lenguaje es una condición indispensable para establecer la relación médico-paciente. Tan importante es lo que se dice, como la forma en que se dice. La información brindada debe ser “traducida” de la jerga médica al idioma español, para poder ser comprendida por el paciente. El lenguaje debe ser claro, comprensible, coloquial, cálido. En ocasiones, la utilización de formas coloquiales como el tuteo, tan extendido hoy en día en las relaciones interpersonales, o el uso del nombre de pila del paciente, pueden ser un factor de acercamiento. Pero si nos son usados con respeto y afecto hacia el otro, se corre el riesgo de que resulten pesas que desequilibran esta siempre asimétrica relación humana.

En síntesis, el reconocimiento del paciente como un ser autónomo, implica la responsabilidad del médico de brindarle toda la información de manera clara y comprensible, para un adecuado proceso de toma de decisiones por parte del mismo.

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